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El impacto de la moda rápida en el medio ambiente: la triple crisis planetaria

El impacto de la moda rápida en el medio ambiente: la triple crisis planetaria

El impacto de la moda rápida en el medio ambiente: la triple crisis planetaria

La industria de la moda rápida o fast fashion se encuentra bajo un intenso escrutinio. No es de extrañar, dado su impacto negativo sobre el Planeta. La fabricación de este tipo de prendas contribuye al aumento de la contaminación, las emisiones de carbono y la generación de residuos. Además, no podemos cerrar los ojos ante una realidad: a menudo su confección está ligada a la explotación de las personas, incluso al uso de mano de obra infantil, en espacios de trabajo cuyas condiciones laborales son peligrosas.

¿Por qué la moda rápida es tan popular?

Los consumidores encuentran en la fast fashion la panacea: vestir a la última a precios accesibles. Y las marcas de moda rápida se aprovechan de ese deseo; saben que venderán más si fabrican prendas inspiradas en las últimas tendencias, y que obtendrán más beneficios si pueden lanzar estos bienes al mercado a precios bajos. Por eso diseñan, producen y venden su ropa en ciclos extremadamente cortos, lo que facilita que los consumidores puedan comprar por poco dinero la tan deseada ropa a la última moda.

Es la única ventaja, para su clientela, de un modelo de producción y consumo que se centra en la fabricación rápida y a bajo costo. Porque lo cierto es que esta industria está hoy día en el ojo del huracán, despertando poco a poco una mayor preocupación entre la ciudadanía, debido a su tan negativo impacto ambiental y social.

¿Cómo afecta el impacto de la moda rápida al medio ambiente?

Llegará el verano y vendrá cargado de nuevos estilos. Y una temporada más, la publicidad nos animará a comprar más moda. Y querremos comprar barato, más barato, seguir adelante, usar más y tirar más. Según datos de la ONU, en las últimas décadas la gente compra un 60% más de ropa y la usa durante la mitad del tiempo. Como resultado, el impacto de la moda rápida alimenta la triple crisis planetaria: más contaminación, más desechos y mayor explotación humana.

La producción acelerada provoca un uso excesivo de recursos naturales. Ojo al dato: la industria de la moda es responsable del 20% del desperdicio de agua a nivel global. Fabricar un par vaqueros puede consumir unos 7.000 litros, mientras que una camiseta puede requerir 1.000 litros. Además, las fibras plásticas contaminan los océanos y las aguas residuales de estas fábricas contienen más tintes tóxicos. La moda rápida es un gran negocio que no cesa, como tampoco lo hacen los costos ambientales y sociales, que crecen tanto como los grandes vertederos de países en desarrollo como Ghana.

Escuchemos a los expertos, para quienes existe otra vía: una economía circular para el sector de los textiles, con menos residuos, menos contaminación, más reutilización, más reciclaje… Escuchemos a quienes nos alertan: salvo que mejoremos la forma de fabricar, utilizar y desechar ropa, y otros productos de confección, en 2030 se alcanzarán los 134 millones de toneladas de residuos textiles.

Al caracterizarse por ciclos de producción y consumo acelerados, el impacto de la moda rápida deja una huella de emisiones de carbono elevada a lo largo de toda la cadena de valor. De hecho, debido a la producción masiva y el uso intensivo de recursos en cada fase —desde la extracción de materias primas hasta la fabricación, distribución y eliminación de residuos— este modelo de negocio contribuye aproximadamente con el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según la información recopilada por la Plataforma ZEO.

Al requerir una producción constante para seguir las tendencias y satisfacer la demanda de los consumidores, el papel de esta moda en el cambio climático es dramáticamente relevante, lo que resalta la urgencia de adoptar buenas prácticas en todas las etapas de producción. Es urgente buscar alternativas más sostenibles en el sector de la moda, bien mediante la optimización de los procesos productivos, el uso de materiales reciclados o la implementación de modelos disruptivos que ayuden a pasar de una economía lineal a otra circular.

Preocupaciones sociales y éticas

Si la contaminación y el aumento de desechos es preocupante, las condiciones laborales precarias para los trabajadores en fábricas de países en desarrollo no lo son menos. Dejemos de contribuir a la explotación humana; la externalización de la manufactura a países en vías de desarrollo es la gran perversidad de las empresas de la fast fashion. Estas corporaciones montan sus fábricas en países donde las regulaciones laborales son laxas o se aplican de forma insuficiente, lo que da lugar a condiciones de trabajo que no respetan los derechos humanos. Esto garantiza que esta industria sea un éxito, eso sí, sólo para quienes invierten en ella.

Sometidos a plazos de entrega extremadamente ajustados, los fabricantes carecen de escrúpulos, y además de no respetar una política de salarios justos, ni siquiera garantizan unas condiciones de seguridad adecuadas, con unas muy duras jornadas laborales. Todo ello evidencia un impacto humano negativo muy grave dentro de estas cadenas de suministro.

Además, en este contexto, se recurre con frecuencia al trabajo infantil. Así lo demuestra investigaciones periodísticas como la llevada a cabo por National Geographic, revista que desveló cómo los fabricantes de moda rápida trasladan su producción a países donde se puede explotar mano de obra a bajo costo, con pocas restricciones legales y sin las garantías mínimas para proteger la integridad de los trabajadores. La salud, los derechos y la dignidad de las personas suelen quedar relegados en favor de la reducción de costos y la maximización de ganancias.

Los consumidores marcan la diferencia

El modelo de negocio de la moda rápida plantea interrogantes éticos y sociales, y refuerza la necesidad de impulsar cambios legislativos e iniciativas corporativas que apuesten por una moda ética y sostenible, donde se valore tanto el bienestar de los trabajadores como el impacto ambiental. Afortunadamente, cada vez más consumidores toman conciencia de esta realidad.

En PICVISA defendemos que es prioritario progresar hacia una industria textil más sostenible y circular, tal como define la Comisión Europea en su Plan de Acción de Economía Circular. En particular, su Estrategia para los Textiles Sostenibles y Circulares pretende que, para el año 2030, todos los productos textiles vendidos en el mercado europeo sean duraderos, reciclables y se elaboren respetando los derechos sociales y el entorno natural.

Al facilitar una gestión inteligente de residuos y el reciclaje, con nuestras tecnologías avanzadas de clasificación y separación de materiales, PICVISA juega un papel clave en la transición de una economía lineal a una circular. Porque nuestras soluciones contribuyen a reducir el uso de materias primas, disminuir la generación de residuos y mejorar la eficiencia en el uso del agua. Y desde nuestro blog siempre animamos a consumir ropa confeccionada con fibras procedentes del reciclaje y moda lenta o slow fashion, que prioriza la calidad, la durabilidad y la producción ética.

Consumir esas vestimentas implica contribuir con un pequeño esfuerzo para proteger la naturaleza. No olvidemos que poseemos la libertad para elegir. Antes de comprar ropa de usar y tirar, deberíamos adquirir prendas de calidad, más duraderas e incluso más saludables para nuestra piel. Por suerte, es alentador constatar que cada vez son más las personas que se inclinan por comprar moda sostenible y perdurable; por proteger el medio ambiente; reducir sus residuos textiles, y acabar con la explotación de personas vulnerables.

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